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martes, 23 de agosto de 2011

Aprendizaje y desarrollo profesional docente // Consuelo Vélaz de Medrano y Denise Vaillant (coord)


Colección Metas Educativas 2021
Editan Santillana y OEI con el apoyo de la AECID
Los docentes son imprescindibles para mejorar el aprendizaje de los estudiantes, para incrementar la calidad de la educación y para desarrollar la sociedad del conocimiento. Son muchos los elementos que configuran la actividad docente: su formación inicial y permanente, el proceso de selección y de incorporación a la escuela, las condiciones de trabajo, la organización de la institución escolar, el apoyo de los poderes públicos, las perspectivas profesionales a lo largo de su vida y la valoración social que perciben. El presente libro se ha centrado en el desarrollo profesional docente para, a través de él, ofrecer una amplia perspectiva sobre la situación de los docentes en Iberoamérica.
Índice
Preámbulo, Álvaro Marchesi 7
Introducción, Consuelo Vélaz de Medrano y Denise Vaillant 11
Escenarios del presente e interrogantes para la construcción del futuro 15
La profesión docente ante los desafíos de la sociedad del conocimiento, José Manuel Esteve 17
Políticas para un desarrollo profesional docente efectivo, Denise Vaillant .29
Reflexiones sobre la construcción social del oficio docente, Emilio Tenti Fanfani 39
Profesores: ¿el futuro aún tardará mucho tiempo?, António Nóvoa 49
Aprendizaje docente y desarrollo profesional 57
La formación docente como sistema: de la formación inicial al desarrollo profesional. Reflexiones a partir de la experiencia argentina, Graciela Lombardi y María Inés Abrile de Vollmer 59
Los conocimientos y las competencias que subyacen a la tarea docente, Beatrice Avalos ...67
El desarrollo profesional docente y la mejora de la escuela, Alba Martínez Olivé 79
Carrera docente y políticas de desarrollo profesional, Flavia Terigi 89
Modelos y estrategias de desarrollo profesional docente: reflexiones críticas desde la realidad latinoamericana, Dalila A. Oliveira 99
El proceso de inserción a la docencia, Carlos E. Beca e Ingrid Boerr 109
La evaluación del desarrollo profesional docente, Carlos Marcelo 119
El formador de formadores en México: entre la escuela y la academia, Sylvia B. Ortega y María Adelina Castañeda 129
La contribución del asesoramiento psicopedagógico al desarrollo profesional docente en América Latina, Consuelo Vélaz de Medrano 137
Innovación e investigación sobre aprendizaje docente y desarrollo profesional, Gloria Calvo 149
Nuevos ambientes de aprendizaje para el desarrollo profesional docente, Beatriz Tancredi 159
Bibliografía 171
Los autores 187
Preámbulo
Álvaro Marchesi
Secretario general de la OEI
La calidad de la educación de un país no es superior a la calidad de su profesorado. De ahí la prioridad que la gran mayoría de las reformas educativas otorga al fortalecimiento de la profesión docente. Pero si el profesorado es clave para la calidad de la enseñanza, es preciso admitir también que no se puede mejorar la acción educativa de los profesores sin conseguir al mismo tiempo mayores niveles de calidad en el funcionamiento de las escuelas. Una buena formación inicial tiene un efecto positivo en la actividad profesional de los docentes, no cabe duda, pero también contribuye a ello la buena actuación de los equipos directivos o el tiempo disponible por los profesores para trabajar en equipo. Los docentes trabajan en un contexto social y cultural determinado, y en unas condiciones educativas y laborales específicas. Las políticas públicas a favor del profesorado necesitan tener en cuenta estos contextos y condiciones para remover los posibles obstáculos que limitan el éxito de determinadas iniciativas orientadas de forma específica al desarrollo profesional de los docentes.
Desde esta perspectiva, las propuestas para mejorar la situación del profesorado deben basarse en enfoques contextuales e integrales, en los que se tengan en cuenta todos los factores que contribuyen a facilitar el trabajo de los docentes. En el mismo sentido y de forma complementaria, la gran mayoría de las iniciativas que se plantean para mejorar la educación no deben perder de vista su implicación para el fortalecimiento de la profesión docente.
El problema principal al que se enfrentan las políticas relativas al profesorado es el de los grandes números que comporta, tanto por la cantidad y diversidad de decisiones pendientes, como por ser uno de los cuerpos profesionales más numerosos. Hay más de siete millones de docentes que trabajan en la región en alguno de los niveles del sistema educativo, cuya financiación supone un porcentaje significativo del gasto público de cada país. Un leve incremento de su salario, una pequeña reducción de su horario lectivo para realizar actividades de formación o un prudente sistema de incentivos profesionales conllevan costes importantes, difíciles de asumir en ocasiones para un colectivo tan numeroso.
Lo mismo sucede cuando se pretende mejorar el tiempo de enseñanza, factor principal del aprendizaje, y se aborda de forma simultánea la situación de los docentes. Las escuelas de tiempo completo o integral, por ejemplo, en las que los alumnos tienen posibilidad de recibir una atención educativa a lo largo de la mañana y de la tarde, ofrecen mayores posibilidades de aprendizaje. Si a ello se une la dedicación a cada escuela de su equipo de profesores, las ventajas educativas y profesionales parecen evidentes. Sin embargo, organizar las escuelas con un solo turno de alumnos y de profesores supone un coste elevado que exige un dilatado proceso temporal para su implantación generalizada.
Por estas razones, las políticas que pretenden mejorar la calidad de la enseñanza y el desarrollo profesional de los docentes han de asumir compromisos a medio plazo y han de buscar los acuerdos políticos y sociales necesarios que aseguren su mantenimiento a lo largo del tiempo.

Pese a las dificultades, es justo reconocer que se ha avanzado mucho en las últimas décadas. Sin embargo, aún se observa en todos los países la necesidad de mejorar la formación inicial y el acompañamiento en los primeros años en la profesión, así como de propiciar unos modelos más eficientes de formación permanente que apuesten decididamente por dotar a los futuros profesores de las competencias necesarias para acometer con éxito la importante y difícil tarea de educar en la sociedad del conocimiento.
Los países de la región parten de situaciones y experiencias diferentes. El acceso a la función docente no es homogéneo, habiendo distintas modalidades y niveles de exigencia. En la mayoría de los países la formación inicial es responsabilidad de la universidad, pero en otros corresponde a institutos superiores o escuelas normales. Por otra parte, todavía acceden a la docencia profesionales sin formación pedagógica, especialmente en zonas desfavorecidas, comunidades indígenas y escuelas secundarias. En estas regiones las escuelas tienen dificultades para atraer y retener a docentes titulados, y para proporcionar una educación de calidad al alumnado.
Es preciso avanzar en la regulación, acreditación y mejora de la calidad de la formación del profesorado, ajustándola a las demandas reales de la profesión. En esta dirección será de gran ayuda alcanzar un mayor consenso sobre el marco de competencias profesionales básicas de los docentes en la escuela del siglo xxi. Para lograr este ambicioso objetivo será de gran importancia articular una red institucional de apoyo al desarrollo profesional docente que vincule de manera coherente las actuaciones en formación inicial, inserción, formación permanente y promoción profesional.
Se vislumbra como objetivo a corto plazo proporcionar formación y titulación especializada a los docentes que aún no disponen de ella, así como trabajar por la acreditación de las instituciones y titulaciones de formación inicial docente (públicas y privadas, en la modalidad presencial y a distancia), de acuerdo con los criterios de calidad que se establezcan. En conjunto, es preciso reforzar los sistemas de formación, evaluación, incentivación y reconocimiento profesional.
Posiblemente sea necesario también desarrollar iniciativas que den más visibilidad al profesorado y que, a través de ellas, consiga la profesión docente mejorar su valoración social. Una de ellas sería facilitar a los docentes la expresión de sus competencias personales en el campo de la música, la poesía, la novela, la tecnología, el dibujo, la investigación, etc., a través de concursos o publicaciones. El objetivo es abrir cauces de expresión que permitan reconocer la valía de muchos docentes y reforzar así el reconocimiento de la profesión. Otras iniciativas podrían situarse en el campo de la representación de la profesión docente, en el apoyo a redes de trabajo entre profesores de diferentes escuelas y en el respaldo a programas innovadores.
El fortalecimiento de la profesión docente constituye uno de los ejes prioritarios de actuación de la OEI. No es extraño por ello que tenga una presencia destacada en el ambicioso proyecto “Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios”, respaldado por la Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación celebrada en 2008 en El Salvador y refrendado meses después por la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. El propósito decidido de la OEI para los próximos años es colaborar con los países y con las agencias de acreditación de la calidad de la enseñanza para lograr que toda la oferta de formación del profesorado obtenga la acreditación correspondiente; contribuir a mejorar los sistemas de acceso a la profesión docente; desarrollar experiencias innovadoras sobre el apoyo a los profesores principiantes; colaborar en el diseño de modelos para la formación en ejercicio de los profesores y para su desarrollo profesional; acompañar iniciativas que mejoren la organización y el funcionamiento de las escuelas y que repercutan de forma positiva en el trabajo de los docentes.
Para lograr estas metas se han contemplado algunas estrategias y líneas de acción: establecer un acuerdo de colaboración con la Red Iberoamericana de Acreditación de la Calidad de la Educación Superior (RIACES); impulsar proyectos innovadores para el apoyo a los profesores principiantes; elaborar modelos sobre el desarrollo profesional de los docentes; acompañar los procesos de evaluación del profesorado que los países desarrollen, e impulsar el trabajo de un grupo de expertos iberoamericanos sobre desarrollo profesional docente.
Con estas iniciativas se trata de colocar a los profesores en el centro de la agenda educativa de la región. En los años venideros será necesario no perder de vista dos parámetros básicos de la política educativa: mejorar la situación laboral y profesional de los docentes, y asegurar a la vez el buen funcionamiento de las escuelas públicas y el tiempo de enseñanza de sus alumnos.

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